Liset Benitez Davalos

Desde los siete años me formé en el piano clásico, hasta alcanzar la licenciatura en el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba. A lo largo de mi carrera, tanto en mi país natal como en Chile, me he dedicado a la enseñanza del piano, una labor que ha sido, sin duda, mi mayor escuela. La interacción constante con mis alumnos ha enriquecido profundamente mi enfoque pedagógico.

​

He tenido también la oportunidad de trabajar con niños que presentan trastornos como el déficit de atención y el autismo, y he sido testigo de avances notables gracias al poder de la música. Esta disciplina, además de ser un lenguaje abstracto y universal, posee un componente matemático esencial que estimula múltiples áreas del desarrollo cognitivo y emocional.

​

Considero que cada clase de piano debe centrarse en el alumno como ser único. Por ello, es fundamental establecer una conexión empática, comprender su mundo interior y comunicarse en su propio lenguaje. A partir de allí, evaluamos su nivel —ya sea principiante o con conocimientos previos— y definimos los objetivos de aprendizaje, considerando siempre sus intereses y gustos musicales. El reto y la misión del docente es transformar el proceso de aprendizaje en una experiencia amena, didáctica y motivadora, sin descuidar el rigor técnico y el avance progresivo.

​

Trabajo con estudiantes de todos los niveles, siempre partiendo desde una sólida base en la música clásica. Estoy convencida de que todas las personas son capaces de aprender piano, y que el contacto con la música —especialmente en edades tempranas— ofrece beneficios incuestionables y profundamente transformadores.